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El alma está en las burbujas

El alma está en las burbujas

CUENTA LA LEYENDA que allá por el año 1860, por la abadía de Hautvillers, al norte de Épernay situada en la región francesa de Champagne, pasaron unos viajeros españoles que llevaban pequeños cántaros para transportar sus bebidas,
tapados con planchas de corcho de manera similar a como aún hoy se tapan algunos tarros de miel.


Un monje benedictino francés que se ocupaba de la gestión de la bodega, se interesó por el producto, comenzando a utilizarlo en el taponado de las botellas de vino en lugar de utilizar madera y esparto untados en aceite. Dicho monje se percató, que no sólo el vino se conservaba mejor, sino que se redondeaba e incrementaba su calidad. El nombre de este monje es hoy día conocido por todos: Dom Pierre Pérignon.


Así, con la ayuda del tapón de corcho, que según se tiene constancia comenzaba a utilizarse en la industria del vino tras este hecho, y la introducción de la botella de cristal para que soportara la presión que se generaba, Dom Pérignon, más que inventar la elaboración de los vinos espumosos (que se remonta a las civilizaciones griega y romana, calculando que ya en aquel tiempo, conocían que si en invierno se le añadía azúcar a un vino, en primavera éste recobraba cierta actividad formando burbujas y espuma), halló la forma de controlar y optimizar la metodología del proceso de la toma de espuma natural.

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